Último adiós.

Aquí vamos de nuevo:
 —¿No te cansas de lo mismo?  —Porque yo sí. Estoy cansada de tener miedo a tu partida, me sé tus jugadas de memoria, me manejas a tu antojo y siempre caigo como una sumisa ante tus brazos. 

Aún me pregunto:
 —¿Por qué me pasará esto contigo?
Lastimosamente sé la respuesta. Estamos hechos el uno para el otro; así nos alejemos, siempre nos volveremos a encontrar en nuestro lugar.

Daniela Manrique.




Comentarios

Entradas más populares de este blog

Pobreza Santa.

Silencio de tu alma.

Sin salida